Cada segundo que aguantaba sin mover el brazo era un segundo de superación,
Cada minuto inmóvil frente a la llama, una pequeña victoria,
Cada momento de consciencia de su fuerza y determinación era un orgullo,
Cada instante de esfuerzo luchando contra el fuego, una inyección de voluntad.
Si le asaltaba la preocupación la aniquilaba pensando que nadie muere por una pequeña quemadura.
Cuando por fin quitó el brazo de la llama, asegurándose de que fuera porque era suficiente y no porque no aguantara más, miró su brazo enrojecido y abrasado .... y una punzada de dolor le atravesó el corazón.
sábado, 28 de agosto de 2010
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2 comentarios:
A veces, justo cuando ganamos, nos quedamos vacíos por dentro...
Besos.
.. me voy al 2 y luego te cuento.
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